TOC: Un Demonio muy Ordinario e Ingenuo

Este post está basado en el artículo del Dr. Steven Phillipson, “Speak of the Devil”, que aparece en su versión original en www.ocdonline.com y cuya finalidad es explicar a los que sufrimos TOC como dando a conocer las características y puntos claves de su modus operandi pueden ayudar a progresar y mejorar dentro de la enfermedad.

En el TOC, La batalla crónica entre el ser racional (los esfuerzos inútiles de la persona en utilizar la razón para combatir el trastorno) y la capacidad de la mente para generar pensamientos irrazonables automáticos y su consiguiente agitación emocional siempre es ganada por los últimos. La persona está absolutamente consciente de lo absurdo del trastorno mientras siente emocionalmente como la amenaza es legítima.

Conocer la puesta en escena de esta debilitante enfermedad le da a la persona herramientas claves para luchar contra ella y una enorme ventaja a la hora de poner en práctica los ejercicios de comportamiento que son esenciales y la principal forma de terapia. Todo lo que sigue de ninguna manera sustituye a esta última terapia sino que solo es un telón de fondo para valorar de donde vienen esos pensamientos intrusivos.

Entre estas valoraciones está:

  • Que el TOC no indica un mal funcionamiento de cerebro o falta de capacidad para razonar.

 

  • Que el Trastorno es simplemente un matón o demonio muy ingenuo que se puede comprender y domesticar.

 

  • Que detectar las claves que advierten un episodio de TOC, especialmente en el comienzo de la ansiedad, es un requisito fundamental para confrontar el trastorno.

 

  • Que la actitud y el aprendizaje de tácticas de batalla pueden traer resultados satisfactorios.

 

  • Que la decisión de la persona en mejorar solo es efectiva si va acompañada de una gran determinación de luchar y vivir con dolor tanto como sea necesario en lugar de simplemente lanzar al trastorno palabras huecas.

De los conocimientos que ya tenemos de la función del cerebro y los recientes avances en su encefalografía, está cada vez más claro el porqué las personas con TOC experimentan un conflicto entre su ser racional e irracional pero que sin embargo permanecen convencidos que están en riesgo.

Está bien documentado que la gran mayoría de las personas con TOC son consientes que sus rituales no tienen sentido pero todavía sienten una tremenda ansia para escapar de esa amenaza irracional involucrándose en esos rituales. Recientemente se ha establecido que el centro neurálgico del cerebro está en el tronco del encéfalo especialmente en el sistema límbico. Este sistema se encuentra en la parte primitiva del cerebro que es responsable de regular los ciclos de sueño, el apetito y el instinto de “luchar o salir huyendo” como respuesta a la ansiedad o el stress. La habilidad de razonar de una persona se halla en la superficie periférica del cerebro que se llama el Neocórtex, se denomina así por ser evolutivamente la parte más moderna del cerebro. Tenemos que tener en cuenta que la mente no funciona como unidad en harmonía. Las diferentes partes del cerebro presentan diferentes niveles de prioridades y de experiencias de urgencias. Esta duplicidad explica un fenómeno clave: Mientras la parte primitiva trasmite biológicamente advertencias inexactas, el razonable neocórtex se confunde por la falsa alarma. Ninguna experiencia conlleva más grande sentido de urgencia que la percepción de un peligro inminente a la persona y/o sus seres queridos. Un ejemplo clásico es el alcohólico que es consciente que la bebida lógicamente le mata y sin embargo es seducido emocional y físicamente por el cerebro que “una más no me va a causar ningún daño”

En el caso de las personas con TOC, la parte primitiva del cerebro está reaccionando falsamente a una amenaza percibida mientras la parte razonable es dolorosamente consciente que la amenaza es solo percibida y que de hecho no existe. Como ejemplo, la parte primitiva del cerebro puede que haga la asociación entre un WC público y la posibilidad de contraer una enfermedad contagiosa grave mientras que la parte racional permanece consiente que el riesgo es extremadamente remoto. Asimismo es muy corriente que una persona diga “Me siento como que estoy en peligro a pesar que racionalmente reconozco que no lo estoy”. Consecuentemente las personas con preocupaciones de contagio se lavaran constantemente las manos hasta que las “sientan” limpias pero que sin embargo se dan cuenta que no estuvieron sucias en primer lugar.

Este aspecto del trastorno es el que causa mayor frustración y confusión a la persona. Aquellos que generalmente están acostumbrados a depender de su capacidad razonadora se sienten completamente perdidos a la hora de utilizar una forma más saludable para responder a la amenaza. Una analogía que (el Dr. Phillipson) utiliza es “Como si alguien se encuentra en un laberinto con urgente impulso para escapar y todas la puertas marcadas como salida te llevan más al interior”

Dice el Dr. Phillipson que en sus primeras sesiones con clientes invierte bastante tiempo en enseñarles a distinguir claramente entre que les dice su parte primitiva del cerebro  y lo que les dice su cerebro racional o neocórtex. A pesar que este entendimiento no produce ningún armamento contra el trastorno, si aporta una base de conocimientos para responder más eficazmente a esta dicotomía. Que los clientes comprendan que la parte primitiva del cerebro está detrás de amenazas percibidas puede servir para formular estrategias y así ayudar en finalizar el continuo victimismo mental. Tal comprensión puede también asistir en aliviar algo de la culpabilidad y vergüenza que están asociadas al trastorno.

Asimismo las personas sentimos alivio cuando entendemos que nuestro carácter básico (la persona racional o neocórtex) tiene poco o nada que ver con el temario o contenido de nuestros enfoques obsesivos y por supuesto que nuestros cerebros no están fallando. Tenemos que aprender a hacer una clara delimitación entre el neocórtex (que representa ideas y valores genuinos) y aquellas imagines e impulsos que están motivados por la ansiedad y/o la culpabilidad.

Es críticamente esencial que la persona tenga en cuenta que el TOC es una patología de asociaciones ya que existen conexiones automáticas entre el despertar de la conciencia en algo y tener un inmediato pensamiento reflexivo o impulso en reacción. Los especialistas en comportamiento contienden que esta conexión viene como consecuencia de nuestra instrucción básica y asimismo no tiene ningún significado subyacente que pueda reflejar motivos inconscientes. El TOC no es una condición en que las personas de hecho temen a los gérmenes o la posibilidad de matar a alguien. En su lugar la ansiedad viene como resultado de esas asociaciones reflexivas entre dos cosas que el cerebro enlaza debido a lo que hemos aprendido en un pasado.

Ya que los pensamientos provienen de ese aprendizaje del pasado no tenemos capacidad para impedir que emerjan en nuestras conciencias. Es por esta razón que intentar tratar el TOC disputando lógicamente la naturaleza irracional de nuestras preocupaciones no tendrá ningún efecto. Desafortunadamente, tanto las personas como los profesionales se enfocan demasiado en el consuelo en lugar de aprender a superar más eficazmente la ansiedad y sus síntomas. Sin saber, ellos simplemente facilitan el sufrimiento de las víctimas en vez de aliviarlas.

Detectar el momento del inicio de un proceso de TOC puede ayudar en crear una respuesta efectiva. La voluntad de aceptar el riesgo tiene que comenzar con nuestra capacidad de ser consientes inmediatamente del incremento en la ansiedad que es uno de los principales barómetros de medir el TOC. Las personas que usan su experiencia de la ansiedad para reconocer la presencia del trastorno pueden contar con una herramienta más contra su rumiar. El decirse así: “El riesgo puede que sea cierto pero no le voy a prestar atención hasta que sienta ansiedad mínima” puede ser un poderoso mecanismo que manipula el trastorno en vez de lo contrario.

Una de las píldoras más amargas de tragar para la persona con TOC es el de aceptar el riesgo cuando se está confrontado con cualquier amenaza que tiene un componente asociado de ansiedad o culpabilidad. Dice el Dr. Phillipson en su artículo que todavía ha de conocer a esa persona con TOC que haya estado rumiando sobre una amenaza envuelta en ansiedad o culpabilidad y que esa amenaza se haya convertido en realidad. En conjunción con esto tampoco el Doctor ha comprobado que una persona se haya preguntado si un asunto es de TOC y que no lo haya sido. Lo que tiene que saber la persona con TOC es que ciertas emociones o patrones de pensamientos indican claramente un episodio TOC y cuáles no. La persona una vez reconociendo estos tiene que tragar.

Mientras las personas tratan de implementar esta perspectiva, su mayor caída es el resultado de agarrarse a las palabras y no al espíritu de la terapia. La voluntad de abrazar la incomodidad es fácil de comprender pero difícil de implementar. A menudo lo que pasa en el transcurso del tratamiento es que al principio se produce una caída de la ansiedad cuando la persona pone fielmente la terapia en práctica. En este momento dándose cuenta que algo positivo está pasando la persona trata frenéticamente de repetir el éxito pero solo repitiendo las palabras aprendidas en la terapia. Frases como “Estoy dispuesto a sufrir todo el día” y “Puedo vivir con esta incomodidad” tienen mucho beneficio en potencia pero solo si son más que un conjuro verbal. Tienen que reflejar un profundo y completo compromiso emocional.

Dice el Dr. Phillipson que no ha perdido el desprecio a ciertas palabras y comentarios de sus pacientes a través de los años. Por ejemplo: “La terapia no está funcionando”. Esta manifestación inmediatamente sugiere que la persona ha utilizado las respuestas terapéuticas como piedra a lanzar sobre el trastorno en vez de como mensaje verbal para llegar a la verdadera voluntad de absorber la incomodidad durante el tiempo que el cerebro quiera.

¿Como hace el profesional para tratar el TOC? Phillipson piensa que primero el poder de la comprensión y la utilización de paradojas mentales (animar la exageración del problema) en la lucha diaria con la ansiedad no se deben sub-estimar. La aplicación de la paradoja es como ejemplo la del relato de un ruidoso niño de dos años que ofrece pataletas diarias. Los padres fueron instruidos de dejar de rendirse a las demandas del niño y en su lugar deberían animar aún más el berrinche y el pataleo. De esa forma la habilidad del niño de intimidar a través de estallidos queda neutralizada.

La parte del cerebro responsable del TOC funciona muy mucho al mismo nivel emocional como podría tener un niño de dos años. Intentar razonar con los dos durante una pataleta no tiene sentido. El mejor acercamiento reconocería las amenazas antes de abrazar y animar un aún mayor grado de ansiedad.

Sin ninguna connotación religiosa, conceptualizar el trastorno como demonio totalmente al margen de nuestra propia identidad sería una elección adecuada. La hoja de ruta de tanto el demonio y el trastorno se puede conceptualizar como sigue:

  1. Seducir a la persona a seguir sus órdenes prometiendo alivio inmediato. Frecuentemente, el demonio convence a la victima de que una sola compulsión más resolvería el dilema y traerá más que alivio momentáneo.
  2. Explotar momentos de debilidad que se materia cuando la persona menos lo necesita. Por ejemplo, cuando se percibe que sería desastroso sentir ansiedad.
  3. Asfixiar a la persona cada vez más en su lucha por escapar.

La hoja de ruta de este trastorno de ansiedad se asemeja bastante a la del bravucón del barrio. Cuando éramos niños nos decían que si nos armábamos de valor y desafiábamos retando al bully, este se vendría a menos. Desafortunadamente en la vida real no es siempre el caso pero sin embargo con los demonios del TOC lo es. En la experiencia de Phillipson, aquellos pacientes que genuinamente han desafiado al demonio a que hiciera lo peor y que han tenido la voluntad de confrontar y pasar por tremenda incomodidad, hasta la muerte en sí, son los que han progresado más dramáticamente. Ellos, de hecho son los que menos dolor han sentido a la hora de realizar los ejercicios de exposición. Esto ejemplariza la importancia crucial de entender la paradoja mental. Contra más dolor se está dispuesto a sentir, menos se siente.

A pesar que las palabras literales que se le lanza al demonio cuando la ansiedad arranca variaría de persona a persona, las siguientes representan frases genéricas que pueden ayudar: “Vale cerebro, siento la incomodidad que eres capaz de generar. Sé que te he sentido muchas veces antes pero estoy dispuesto a hacerte sitio y reconocer tu presencia sin escape. Tengo la capacidad de tolerar un aumento en el nivel de angustia que estas creando. Estoy también dispuesto a concederte que aún no he resuelto tu dilema. Me puedes recordar de esto de forma frecuente y puedo soportar que estés conmigo a lo largo del día. Celebro tu presencia y pensaré en ti a menudo durante un segundo a la vez. Ver tu llegada es como una oportunidad para perfeccionar mis habilidades en vivir con el demonio”. La estrategia general es de permitir ese conflicto sin resolver que entre en el consiente y reconocer la voluntad para sufrir durante el tiempo que el cerebro quiera generar malestar. Si la ansiedad baja de intensidad, la persona puede hasta recomenzar por si mismo ese malestar como una prueba más.

Existen muchas ocasiones cuando la amenaza a la persona involucra la muerte en sí, la suya propia o la de un ser querido. Al menos que se esté verdaderamente preparado para que estos eventos se cumplan, el trastorno siempre llevará las de ganar. Simplemente decirse “Estoy listo para morir” no tiene sentido sin una preparación interna asociada. A pesar que estas ideas son profundamente filosóficas, tienen una aplicación básica muy pragmática.

Desafortunadamente, después de cierto éxito inicial del tratamiento, algunas personas utilizan el procedimiento de forma muy laboriosa y circunscrita. A menudo este patrón de respuesta puede formar parte de un nuevo proceso de rituales que ocupa tanto sino más tiempo en atraer otros rituales de escape en sí. En su lugar, decirle genuinamente al cerebro “Vale, estoy dispuesto a morir así que haz lo que quieras” ahorra mucho tiempo.

Las personas con TOC de Responsabilidad dicen frecuentemente que, efectivamente, están dispuestas a morir pero que no tienen la voluntad de involucrarse en el riesgo de hacer daño a terceros o que esos se mantengan en riesgo si llevar a cabo acciones para reducir la amenaza. Desgraciadamente, al menos que la persona esté dispuesta a encarar el peor escenario posible, el trastorno siempre vence. Es importante recordar que según el Doctor Phillipson en su experiencia tratando el TOC, cuando un peligro legítimo está presente, la ansiedad no se experiencia sino la preocupación sana hacia el individuo.

Recordar que la ansiedad y la culpabilidad no son los únicos signos de advertencia del TOC. Otros indicadores pueden ser:

  1. Que se es insensato no involucrarse en el ritual.
  2. Preocupación en pensar que el demonio no dejará relajar hasta que se lleve a cabo el ritual.
  3. Rumiar si el problema es verdaderamente TOC o es real.

El primer objetivo de la terapia cognitiva-conductual es dejar al demonio sin su nutrición, es decir el evitar cualquier pensamiento o comportamiento que son en naturaleza de consuelo, escape o de evitar situaciones. No se elimina el trastorno directamente y asimismo estos procedimientos no tienen efectos de alivio inmediato. La impaciencia para que la ansiedad se vaya es el gran aliado del demonio. La elección del largo camino para eliminar el trastorno requiere el tener en cuenta que el objetivo de dejar sin nutrición al demonio hasta su muerte lleva tiempo. Las personas que han tenido más éxito han estado cuando menos cuatro meses para eliminar tanto como el 80% del tiempo dedicado previamente a los rituales. Al mismo tiempo, el curso medio de terapia dura entre uno y dos años. Así que es extremadamente importante de tener paciencia.

Si lo que predomina tiene que ver el sentirse mejor consiguiendo alivio inmediato existe riesgo de sabotaje de cualquier beneficio que de otra forma podría derivar de la terapia conductual. El objetivo principal de cualquier acercamiento conductual sobre la ansiedad es de administrar la incomodidad de forma efectiva. Si nos enfocamos en aliviar los síntomas esta acción perpetúa involuntariamente el poder de la ansiedad. De otra forma, si lo más primordial es escapar, el cerebro se convertirse sensible hacia la búsqueda de futuros síntomas o en el aumento de los síntomas que se perciben actualmente.

Una de las trampas más comunes en que cae la gente en proceso de recuperación es el deseo de aliviar sus síntomas. A veces las personas informan que cuando se dan cuenta que el trastorno ya no está presente, esa misma conciencia dispara una asociación y así creando una nueva amenaza. En el esquema de las cosas, este patrón tiene perfecto sentido debido a la tremenda importancia que se le da al mantener periodos de alivio prolongados. Una muy recomendable respuesta terapéutica para cuando entra en la conciencia esos periodos de alivio es el crear la voluntad para que ese periodo de paz acabe. Como analogía, si el trastorno fuese un oso durmiendo en una cueva, sería importante no pasar al lado de puntillas y al mismo tiempo rezando para que el oso no se despierte. En vez, lanzar una piedra dentro de la cueva para llamar y provocar al tirano.

Hacer un ajuste en actitud mientras pasamos por los rigores de la terapia conductual es fundamental con relación a evitar una recaída. Los investigadores en el campo del tratamiento para el TOC son muy consientes que las dos áreas primarias para los terapeutas son la reducción de síntomas y el mantener el progreso. El camino para conseguir la meta en el primero está bien establecido mientras que la segunda meta se mantiene algo escurridiza. Las personas que en opinión del Dr. Phillipson se han mantenido progresando durante más de un año han adoptado los siguientes cambios en perspectiva:

  1. Ven ser desafiados por su trastorno como una oportunidad de poner a prueba sus esfuerzos en vez de cómo una señal de que no se van a recuperar nunca.
  2. Estar incomodo se ve como una experiencia a ser tolerada y celebrada en lugar de como motivos para escapar.
  3. Ya que el cuerpo y cerebro pueden periódicamente fallar el blanco creando inexplicables sentimientos de riesgo, el superar y aceptar estos eventos emocionales es más importante que asegurarse que no vuelvan o el intento de escaparse de ellos.

Nota Final del Dr. Steven Phillipson (Traducción Literal en Primera Persona)

Este artículo ha intentado exponer una perspectiva cognitiva y de actitud que pueden facilitar enormemente lo que son a menudo aspectos puramente estructurales de la terapia conductual. La experiencia ha demostrado consistentemente que crear la voluntad a ser desafiado y la preparación emocional para abrazar los aspectos inquietantes del TOC contribuye significativamente en aliviar rápidamente los síntomas. Sostener esta actitud realza la resistencia a la recaída. Entender la hoja de ruta de este trastorno ha provisto a mucha gente con la ventaja competitiva y la han utilizado para derrotar a su encarcelamiento emocional.       

 

 

 

 

 

   

  

     

 

 

 

    

 

 

   

 

            

 

        

 

 

 

 

        

    

 

   

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