La Parte Primitiva del Cerebro

El culpable de esta patología está en una parte del cerebro que se llama técnicamente El Cuerpo Amigdalino o coloquialmente dicho, la parte primitiva del cerebro. Por otro lado, la parte cerebral que se dedica a razonar y tomar decisiones lógicas y que se llama la corteza prefrontal evolucionó en los humanos mucho después. El circuito para transmitir información entre estas dos partes se completa con los neurotransmisores en su papel como cadena de transmisión.

Las personas con TOC tienen el problema en una falta de equilibrio químico que hace que algunos de los neurotransmisores erren en la puntería y esos mensajes no lleguen a su destino (la parte “lista”) o lleguen de forma defectuosa.

La parte “bruta” es pequeña pero matona, tiene forma de almendra y es la que provoca la respuesta “piernas para que os quiero” o “aquí estoy yo para hincharos a mamporros” (Luchar o Huir) ante una situación de peligro. Claro si uno tiene un problema en distinguir lo razonable de lo absurdo, porque esos neurotransmisores parecen escopetas de feria ya tenemos el lío y se reacciona como se reacciona. Los afortunados “no-clínicos” o sea los que sus “escopetas cerebrales” son olímpicas, simplemente pasan de ese peligro inventado, exagerado o retorcido, esos que los que tenemos TOC hacemos un mundo.

La parte primitiva funciona a toda pastilla y es que la velocidad es fundamental para escapar. De su existencia solo nos damos cuenta cuando sentimos pánico o miedo y es porque cambia comportamientos (correr, huir…). El cuerpo Amigdalino siempre está a la espera sin hacer ruido, pero cuando detecta lo que cree que es una situación de peligro, sea verdadera o falsa, le da al botón rojo (luchar, huir) y llena de miedo a su presa, es decir al dueño del cerebro. Si el peligro es real esta reacción es vital y por eso se salvaron los de las cavernas. Esta parte de la máquina no ha evolucionado nada desde el principio de los días de la raza humana y funciona como si todavía haya dinosaurios sueltos por las calles, tiene la manía de ver fantasmas donde no los hay. Dicen los que saben que aprende por asociación y no por la razón o la lógica.

Si después de que se enciendan las alarmas del individuo, este se salva o escapa del peligro, este Cuerpo Amigdalino, tan torpe, vuelve a su madriguera como la marmota y se dedica a esperar la siguiente ocasión. Si el peligro es un león escapado del circo, paseando sin control por las calles, vale, pero si es un simple ascensor lo que nos da miedo, ese miedo produce una asociación y no una reflexión razonable. Asociar el ascensor con el miedo y el temor nos produce ansiedad inconscientemente y cada vez que uno se acercara a cualquier ascensor la tentación evitarlo no se puede remediar, ahora, si es imprescindible usarlo, nos sentimos atrapados produciendo la correspondiente carga de ansiedad. Les pasa a muchas personas cuando tienen que hablar en público donde nos es fácil el escape sin hacer el ridículo.

Ver:

El Miedo y los Trastornos de Ansiedad

¿LUCHAR O HUIR?

LUCHAR Y HUIR EN EL TOC

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Jorge García Larios

Melilla (España)

19 de octubre de 2018